Héroes de nuestra tierra. Un grupo que superó la NASA 220806
Por Luis Fernando Jaramillo Arias
El taxi tomó la glorieta de la 26, hace un desvío y se mete
por una vía destapada, empedrada de bolsas plásticas de un solo uso. Un hombre
toca la ventanilla y pone la mano en actitud de pedir limosna; tiene un varillo
de marihuana en la boca. Un trayecto de 200 metros que parecen 200 kilómetros
por el panorama que se ve y el que se intuye qué está detrás de cada casucha,
de cada construcción cayéndose, de cada matorral. Es la cueva del humo, un
sitio que está detrás de la estación del ferrocarril de Armenia, un conjunto
que otrora fue el centro económico del país, el sitio desde donde se despachaba
y almacenaba el café para exportación. Las mercancías se cargaban en camiones suizos
de marca Saurer para atravesar la cordillera de Los Andes de Quindío en
caravanas que iban y venían de Ibagué y los trenes con su columna de humo
partían con café para Buenaventura y regresaban con mercancías importadas desde
el puerto. Ese fue el sitio donde Guillermo Valencia bautizó a Armenia como “La
ciudad milagro de Colombia”.
El eco de esa historia queda el nombre de empresas como una
emisora, una de buses urbanos y algunas menciones esporádicas, pero la llegada
al famoso sitio, hoy un gran hueco que grita contra la corrupción de los
políticos locales, alberga una sorpresa inmensa. En una de las antiguas bodegas
de almacenamiento de café se encuentra el Museo de Arte de Armenia y el
Quindío, MAQUI, un sitio que huele a magias y a por qués. ¿Por qué María
Cristina Mejía Arcila y Ramón Manrique Boeppler hace 7 años se embarcaron en la
tarea de mantener la memoria de lo que fue Armenia en esas épocas de oro que
hoy son recuerdos? ¿Por qué María Cristina sigue allí a pesar de la partida de
Ramón? ¿Por qué Amparo Puentes una distinguida jurista, Gladys Acero, Guillermo
Restrepo contribuyen con tiempo y esfuerzo como voluntarios en los quehaceres
propios de un museo de arte? ¿Por qué Carina Rusler, Carlos Alberto Forero y
otros más atraviesan diariamente esos parajes para entrar en ese mundo mágico
del museo? ¿Cómo logran sobrevivir sin cobrar entradas solo gestionando
esquivos recursos con proyectos en el Ministerio de Cultura, en el
departamento, en el municipio que quitó la celaduría del sitio a pesar del
riesgo que corren las obras y las personas?
Hay personas motivadas por altos valores y propósitos muy
elevados. El grupo del MAQUI lo está con civismo, con amor, por la certeza de
estar haciendo un papel trascendente en su vida, por la certeza de que se puede
reactivar el desarrollo de la ciudad desde un entorno deteriorado y transformar
la sociedad a partir del arte y la cultura.
El MAQUI sorprende porque esa motivación se convierte en
creatividad y acción. ¡Hasta invenciones científicas se encuentran allí! Este
grupo milagroso no solo amplifica los escasos recursos que araña como se
multiplicaron los panes y los peces, sino que patenta inventos científicos como
un contador de comejenes para las puertas de la vieja estación que ni la NASA
lo tiene.
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