Los que sobran 210515
Me llamó mi amigo Diógenes Benítez y me dijo que me quería ayudar
a encontrar algunas explicaciones a los interrogantes que planteé en mi columna
“Un cielo para todos”. Muy poética, me dijo, pero hay que hacer el verdadero
esfuerzo por entender los marchantes, por saber qué piensan, cuáles son sus
verdaderas penurias para lograr lo que usted dice de buscar cómo se aporta para
satisfacer sus aspiraciones y necesidades, y para saber cómo adaptar las
instituciones a los nuevos pensamientos.
Usted habló de tres tipos de personas, los que quieren
estudiar o trabajar y no los dejan, los activistas en las marchas y los
revoltosos. Creo que tiene que pensar más sobre quiénes son los revoltosos.
¿Por qué razón? Pregunté. Porque ellos son los que han causado el traumatismo y
son los que tenemos que descifrar, contestó. Muchos de ellos son “ninis”, ni
estudian, ni trabajan; viven del rebusque y de cualquier otra actividad que
surja, sin miramientos sobre si es lícita o no. Necesitan satisfacer sus escaseces
día a día, muchas veces no lo logran y su horizonte de vida es un “hoy”. Son
audaces, no tienen el sentido del temor a la ley ni a la autoridad. Ese grupo,
que se une al de los que marchan cantando “Únete al baile, de los que sobran,
nadie nos va a echar de menos, nadie nos quiso ayudar de verdad”[1]
forma la mezcla explosiva. Los pocos que se atreven por la violencia, provocan
la autoridad, exacerban los ánimos y le dan inicio a la batalla campal.
Ellos no fueron educados como usted con la filosofía de las
abejas que guardan su miel para el mañana. Como su vida es el hoy, la lógica de
“los que sobran” es muy simple, remató Diógenes, no hay problema en destruir,
no es necesario respetar autoridad, no hay nada que cuidar, y cuando ven que
obtienen un logro, por ejemplo mantener un bloqueo, se envalentonan y asumen
posiciones autoritarias que hasta causan risa.
Se agrega a la situación la gran disyuntiva que ha vivido el
mundo con el “quédate en casa”. No es lo mismo quedarse en casa cuando se tiene
un refrigerador lleno de mercado que cuando hay que salir a buscar el sustento
diario. No es lo mismo ponerse en cuarentena de fines de semana eternos cuando el
tendero de la esquina del barrio de invasión en el que tiene el rancho ya no le
fía y los únicos sustentos son el ruido de un noticiero en un televisor conectado
a una red eléctrica pirata y los ¡Tin! que anuncian en el celular los videos
desinformadores, calumniosos, difamantes y llenos de basura[2]
El trabajo es grande, dijo Diógenes. Usted que cree en la Democracia, en las libertades individuales, en la libre empresa, tiene que pensar en cómo incluir a “los que sobran”. El gran reto de la sociedad es abrirles oportunidades, enseñarles que el futuro existe y darles un “para qué vivir” en ese futuro.
[1] La canción “El baile de los que sobran” (1986) es uno
de los grandes clásicos del rock chileno del cantautor Jorge Humberto González
Ríos nacido en 1964 vocalista, bajista, compositor y líder del grupo Los
Prisioneros. Trata el tema de la desigualdad social que empieza con la
educación de mala calidad que no iguala oportunidades y que conduce a que los
menos favorecidos no tengan futuro al acabar la secundaria y se queden en el
parque de la comuna donde viven para "patear piedras", o no hacer
nada.
[2] El papa Francisco menciona
en una de sus comunicaciones que la desinformación, la calumnia, la difamación
y la coprofilia son los males que tienen que superar los informadores para ir
en pos de la verdad
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