Saturday, May 08, 2021

Un cielo para todos 210507

Por Luis Fernando Jaramillo Arias

 ¡Hay que luchar por todos los que no luchan! ¡Hay que pedir por todos los que no imploran!

¡Hay que hacer que nos oigan los que no escuchan! ¡Hay que llorar por todos los que no lloran!

Hay que ser cual abejas que en la colmena fabrican para todos dulces panales.

Hay que ser como el agua que va serena brindando al mundo entero frescos raudales.

Hay que imitar al viento, que siembra flores lo mismo en la montaña que en la llanura,

y hay que vivir la vida sembrando amores, con la vista y el alma siempre en la altura.

Fragmento de “El Sembrador”, poema de Marcos Rafael Blanco Belmonte


No solo en Colombia sino en todo el mundo han aparecido grupos de personas que vienen manifestando su inconformidad de diversas maneras. Inicialmente fue a través de las redes; posteriormente vinieron las marchas; luego las cacerolas. Son gente como cualquiera de nosotros, que busca reivindicaciones de distinta índole. En su mayoría, son jóvenes a quienes se llama “millenials” y “centenials”, que han vivido una Colombia regida por la constitución de 1991, ese extenso y prolijo código que nos legó la constituyente promovida por la “séptima papeleta” que modernizó en alto grado el país pero que enfatizó de manera muy fuerte en los derechos y libertades sin inculcar suficientemente el sentido de los deberes. Tenemos que hacer un gran esfuerzo por entenderlos, por conocer en profundidad qué piensan, y establecer en qué forma se puede aportar para satisfacer sus necesidades. El país debe ponerse en su lugar para adaptar sus instituciones a esos nuevos pensamientos, escépticos e insatisfechos, pero cibernéticos, ambientalistas e innovadores y, muy probablemente, con las riendas del Estado en muy poco tiempo.

Al lado de esos grupos hay otros que también quieren un país diferente porque están convencidos de que tenemos que superar nuestros problemas. Son personas que quieren estudiar, hacer empresa o mantener su trabajo, ven el mundo en una perspectiva de esfuerzo, de acción colectiva de construcción a largo plazo. También creen que es necesario cambiar cosas para que todos podamos vivir en paz bajo este cielo y sobre cómo hacerlo tienen las más diversas opiniones.

Se ha puesto en la mitad otro grupo que por razones doctrinarias, ideológicas, de oportunismo o de ignorancia, acepta la idea de que el camino es la combinación de formas de lucha. Lucha política, lucha jurídica, lucha mediática, violencia. Destruir o paralizar es la consigna, no importa que las cosas se hayan construido para el servicio de todos. El gobierno tendrá que reconstruir y si no reconstruye se logrará mayor descontento y el sistema se irá desplomando hasta que logren su objetivo. Acceder al poder para instaurar una dictadura de cualquier corte, porque el verdadero riesgo no es la tendencia ideológica. Es caer en manos de los extremistas. 

En esa combinación de formas de lucha, la desinformación es pieza clave. Practicar un derecho como el de la manifestación pública y pacífica [1] no puede interpretarse como si fuera un derecho a destruir bienes privados o públicos. Tampoco es el derecho a impedir la circulación de los demás[2] ni a obligar a otro a que no trabaje[3].

El lenguaje se ha convertido en una muy eficaz justificación de acciones indebidas y el gobierno nacional parece prisionero de esta arma política hábilmente esgrimida por sus contradictores. No se habla de derecho a la manifestación pública y pacífica sino del derecho a la protesta aunque degenere en violencia, y la palabra paro se ha convertido en una patente de corso[4] para impedir la libre movilización y obstaculizar el derecho al trabajo del que quiere ejercerlo.

El sentido de mi llamado hoy es a que los colombianos analicemos cuáles son las razones de la actuación de los otros, cumplamos y el gobierno haga cumplir las reglas de juego consagradas en los 380 artículos de la Constitución para que nos pongamos en la tarea de acordar cuál es la nación que queremos, construyamos ese “proyecto sugestivo de vida en común” del que habló Ortega y Gasset y pongamos en práctica la voluntad de la mayoría para lograr ese país donde tengamos un cielo para todos.

[1] Artículo 37 CN. Toda parte del pueblo puede reunirse y manifestarse pública y pacíficamente. Sólo la ley podrá establecer de manera expresa los casos en los cuales se podrá limitar el ejercicio de este derecho.

[2] Artículo 24 CN. Todo colombiano, con las limitaciones que establezca la ley, tiene derecho a circular libremente por el territorio nacional, a entrar y salir de él, y a permanecer y residenciarse en Colombia.

[3] Artículo 25 CN. El trabajo es un derecho y una obligación social y goza, en todas sus modalidades, de la especial protección del Estado. Toda persona tiene derecho a un trabajo en condiciones dignas y justas.

[4] La expresión “tener patente de corso” tener una persona potestad de actuar con total desprecio de los derechos de los demás.


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