Saturday, April 03, 2021

Prohibiciones terminantes, consecuencias bumerán[1] 210304

 


Por Luis Fernando Jaramillo Arias

Pachito Alonso me llamó muy bravo. ¿Cómo cree usted que vamos a vivir con esas leyes bumerán? Tranquilo, le contesté; ¿Qué quiere decir con bumerán? Las proponen con una intención y el resultado es otro; en este país creemos que todo se arregla con leyes. ¿Cómo cuál? y Pachito se despachó:

Mire usted. Se acaba de conocer una ley que prohíbe castigar a los niños. Yo fui de la época del mejor sicólogo que ha existido, la chancleta. ¿Cree usted que con el castigo físico se logra más que con una adecuada formación y educación? le pregunté. Seguramente que no, pero tampoco con prohibiciones terminantes. En mi casa mi papá solo se ponía bravo y nos hacía lo que nosotros llamábamos “cara de avión”, la de armas tomar era mi mamá que tenía lista la correa si le desobedecíamos, si le decíamos alguna mentira, si nos quedábamos con alguna devuelta después de hacer algún mandado o si dañábamos algún objeto de la casa. El resto eran regaños suaves, otros más fuertes pero hasta las pelas eran impregnadas de amor y de la intención que fuéramos gente de bien. Y creo que lo logró, remató Pachito. Yo he sido un hombre bueno, no hago daño a nadie y trabajo honradamente. No lo dudo, asentí porque lo conozco bien.

Y continuó Pachito. Esta semana estuve en una finca cafetera y el hijito del mayordomo lo acompañaba a recoger la leña. Con ese cuento de la prohibición total al trabajo infantil, vamos a tener que ampliar las cárceles para meter todas las personas que le enseñan su trabajo y sus artes a sus niños pensando en que con eso van a tener herramientas para la vida. Pero ahora hay una ley que ordena que ningún menor trabaje. ¿Cómo vamos a lograr que los hijos aprendan el oficio de sus padres? Si los padres no les ayudan, los muchachos muchas veces no tienen una orientación que les permita decidirse bien.

Imagínese Luis Fernando que en la misma finca que le cuento, los jóvenes entre 15 y 18 años que ya conocen la tal prohibición primero piensan que el trabajo es un castigo y que ellos no tienen por qué sufrirlo y segundo, como les da pereza estudiar, permanecen con una barra de amigos que ya les enseñaron a meter vicio.

Sin interrumpir su diatriba Pachito me contó que esta semana había visto un video de un policía que se defendió de un campesino que después de cortar con un machete a su compañero policía ya iba por él. El agente le disparó en una pierna y la expresión de su compañero desde el suelo fue, ¡Se embaló hermano, se embaló! La autoridad ya le tiene más miedo a la ley que a los delincuentes.  Esas leyes son bumerán.

¿Bumerán como ese juego en el que se lanza un instrumento que regresa? Si, me dijo Pachito, pero no viene suavemente, regresa y le da en la cabeza. En lugar de promover la educación, la formación en principios y el justo medio, lo que se termina fomentando con estas leyes mal pensadas es la falta de amor por el trabajo, el vicio desde edades tempranas y la falta de respeto a la autoridad.

Pachito, aunque no siempre estoy de acuerdo, su crudeza para decir las cosas lo pone a pensar a uno, me despedí.



[1] Estas que son opiniones recogidas por el columnista de conversaciones con gente del común que se personifican en Pachito Alonso.

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