Álvaro y Pepe, ejemplos de coherencia 201024
Por Luis Fernando Jaramillo Arias
José Alberto Mujica Cordano, más conocido como Pepe Mujica,
renunció a su curul en el senado del Uruguay el pasado 20 de octubre, a la edad
de 85 años. Álvaro Uribe, a los 68, renunció a su curul en el senado colombiano
el pasado 18 de agosto. Los senados de los dos países perdieron brillantes
senadores.
Pepe Mujica y Álvaro Uribe son hombres con quienes se puede
estar en desacuerdo pero que no se pueden dejar de observar. En el caso de
Mujica, un querendón de su país, su militancia en los Tupamaros, uno de los más
sanguinarios grupos guerrilleros en la América Latina de los años 60 y 70 es
una presentación que daría para temerle. Aunque Álvaro Uribe es un obsesionado en
el trabajo por Colombia, sus contradictores le han endilgado apodos como
“Matarife”.
Con amigos que se nos antojan indeseables como Hugo Chávez,
Cristina Fernández de Kirchner y Rafael Correa, el ejercicio presidencial de
Mujica no auguraba nada bueno. Álvaro Uribe llegó a la presidencia de Colombia
en un momento en el que se calificaba al país como inviable. Muchos de los
amigos que lo acompañaron en su búsqueda del poder han sido cuestionados en muy
diversos foros.
La coherencia de sus vidas es un gran legado. Mujica
izquierdista no comunista, su gobierno fue un reflejo de sencillez, de fidelidad
a un ideario. Uribe, antioqueño de cepa, se notaba incómodo en los salones
bogotanos.
Los ejes de acción que definió Pepe fueron la educación, la seguridad,
el medio ambiente y la energía. Los ejes del gobierno de Uribe fueron la seguridad
democrática, la confianza inversionista y la cohesión social, sus “tres
huevitos”.
Ambos promovieron con fuerza tanto la inversión nacional
como la extranjera al tiempo que ejecutaron políticas con amplio contenido
social. Mujica nunca quiso residir en el palacio presidencial y siempre se ha
mantenido con su esposa Lucía Topolansky en una chacra cercana a Montevideo donde
se dedica a las actividades agrícolas. Uribe es ganadero por vocación, adora el
campo y permanece mucho tiempo en su finca “El Ubérrimo” cerca a Montería.
Cada uno tiene su tono particular y frentero, sus
expresiones curiosas y sus comentarios sorprendentes. Pepe Mujica sostiene que
no odia, que ama la libertad, que practica el agradecimiento, que en política
no debe haber herederos sino causas compartidas y que lo único permanente es el
cambio. Uribe, austero y familiar, con expresiones muy similares, pregona lo
mismo.
¡Qué contraste con muchos de nuestros políticos! Mentirosos,
con actuaciones corruptas, desafiantes discursos, promoción del odio, la
intemperancia, la venganza, la intolerancia. Colombia se merece, de
izquierda o de derecha, políticos y dirigentes bien intencionados y sobre todo
coherentes. Como Mujica, o como Uribe.
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