La justicia política, arma siniestra.
Estos días han sido agitados con el espectáculo del hijo de
un mal padre vengando quién sabe cuántos traumas de infancia, movido por
valores torcidos conseguidos en su crianza, opiniones sobre sí la traición fue
del padre, o del hijo o producto de una infidelidad. El coro furibundo de
millones de colombianos que no comparten las acciones del gobierno más se
parece a un circo romano que a un episodio de justicia.
En esta escena estamos viendo una réplica de lo que sucedió
hace poco más de veinticinco años cuando a Ernesto Samper se le metió un
elefante a las cobijas pero no lo vió porque “se metió a sus espaldas”. Después
del “yo no lo crié” están apareciendo los defensores profesionales, la pauta
oficial con noticias relucientes, publicaciones del gobierno difundiendo una
terna de candidatas a la fiscalía que más parecen pertenecer a un grupo de
activistas mamertos en la Universidad Nacional.
No voté por Petro, no me gusta Bolívar, ni Cepeda, ni Piedad
Córdoba ni ninguno de los que están tratando de sacar en limpio a un presidente
ilegítimo que hizo campaña durante más de dos años con una financiación de la
que nadie ha dado cuenta, que llegó a la presidencia con dineros ilícitos, que
compró votos a diestra y siniestra según se afirma. Lo mismo pasó con Santos y
quién sabe con cuantos otros más que han quedado impunes porque en Colombia la
justicia es política o paralítica.
Me parece que hoy no tenemos una excepción. Percibo en las
actuaciones del fiscal un mal tufillo y una premura que pareciera coincidir con
el afán de ver que su período agoniza. Así no es. Por más que estemos de
acuerdo con alguna actuación de los jueces, no podemos tolerar que sus
decisiones sean políticas. La justicia politizada es un arma siniestra, es la
perdición de las naciones. Su aplicación en contra de los rivales políticos es
ignominiosa, la mentira florece, la manipulación pulula.
Esta pildorita de las declaraciones de Nicolás Petro y su
pareja ha desprestigiado profundamente el gobierno y seguramente nos va a disminuir
el peligro de que el régimen se perpetúe y de que instaure una justicia
política de su línea y un sistema electoral amañado como sucede en el podrido
Venezuela.
El mejor escenario para los colombianos es que suceda lo que
pasó con Samper que no pudo hacer más daño porque se la pasó defendiéndose y
salió por la puerta de atrás al cabo de su período. Tres años son muy pocos en
la historia y si a Petro le servimos en bandeja la disculpa de la justicia
política, hábilmente logrará hacerse la víctima para incendiar el país o para hacernos
caer en manos de Francia.
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