Eduquemos en lo sencillo que es lo esencial 221126
Por Luis Fernando Jaramillo Arias
El escritor estadounidense Robert Lee Fulghum escribió un
libro cuyo título es “Todo lo que realmente necesitaba saber lo aprendí en el
Kinder”. Un aparte de su escrito dice: “No obtuve la sabiduría en el postgrado
sino en el recreo de mi escuela. Estas son las cosas que aprendí: Comparte
todo, juega limpio, no le pegues a nadie, vuelve a poner las cosas en su sitio,
recoge el desorden, no cojas lo que no es tuyo, pide excusas cuando le pegues a
alguien, lávate las manos antes de comer, suelta el sanitario, practica un
deporte, aprende algo, piensa, dibuja, canta, baila, juega y trabaja cada día.”
Creo que Fulghum se quedó corto porque esos saberes parten
de la familia, siguen en la escuela, se esparcen en la sociedad, y se vuelven
el reflejo de lo que somos. Siento que muchas de esas enseñanzas y otras más
las tuve en mi familia, de mi padre, de mi madre, de mis hermanos: “Tiende la
cama, no te orines en las sábanas, báñate bien, come despacio y con los
cubiertos, saluda, Dios existe, cumple tus tareas, no te conformes con ser
mediocre, ayuda a los demás, no seas soberbio, no mientas, no robes, no hagas
daño y mucho menos con intención, no tomes ventaja, no cometas excesos, se un
buen ciudadano, ama la naturaleza, busca ser feliz haciendo el bien y tantas,
tantas cosas más.
Esos lineamientos se deben repasar para verificar si nuestra
educación básica cumple unos mínimos que nos dejen tranquilos porque los
síntomas que se ven permanentemente llevan a la alarma.
Nuestra sociedad acepta con facilidad la corrupción, ha
perdido el respeto, no tolera las diferencias, extravió la exaltación al
esfuerzo, siente que todo son derechos sin que haya deber alguno, es permisiva,
no exige resultados a los gobernantes, no se inmuta cuando alguien pierde la
vida, cambió la libertad por libertinaje, volvió injusta la justicia, no tiene
una democracia transparente y respetable.
Es la hora de la educación simple, la hora de encontrar un
norte para que mejore las condiciones de nuestra sociedad en forma estable,
sostenible y equilibrada, con una estructura económica que genere oportunidades
y que premie el esfuerzo honrado.
Una crisis se puede volver catástrofe si no se atiende con
rapidez y racionalidad. Nuestra responsabilidad hoy es superar todos estos
síntomas negativos, revisando los aprendizajes tanto familiares como los de la
escuela de párvulos para conformar el catálogo de lo que nos permite vivir en
sociedad. Solo así podremos afirmar los principios de verdad, justicia y
libertad para lograr que la sociedad se una alrededor de unos propósitos
colectivos que apunten al progreso, al bienestar, a la equidad y a la
consiguiente felicidad.
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