Thursday, December 22, 2022

Colombiano por un marrano a mucho honor 221222

Por Luis Fernando Jaramillo Arias

Me enorgullece ser miembro de la familia de los fundadores de Armenia de la que hizo parte un personaje que se hacía llamar Jesús María Arias Arcila Salazar y Serna de la Cruz de Noriega que decía ser descendiente de un hijo natural del rey de España. La vida me demostró que ni descendiente de rey ni de esa “raza pura” del hidalgo caballero Don Quijote de la Mancha sino de “pura raza colombiana” forjada por el destino.

Me aficioné por algunos días a la genealogía motivado por la posibilidad de tener un pasaporte español, persuadido por la versión oral que acreditaba la afirmación de Silverio de Jesús María Arias Arcila, con fe bautismal que certifica su nacimiento en el Retiro Antioquia el 22 de junio 1863. La ilusión era encontrar una antepasada judía sefardí a la que la infame Reina Isabel la Católica hubiera desterrado de las llanuras Manchegas. Mi imaginario pasaba por la hipótesis que esa noble mujer, seguramente desposada con un apuesto mozo de barba lacia, armadura a lo Cid Campeador y bigotes en punta, hijo del Rey Fernando de Aragón no con Isa sino con una menos brava y con más encantos que la católica. La desafortunada pareja habría perdido su tierra natal no solo por defender la religión de la mujer sino porque el esposo llevaba a cuestas el pecado de haber sido parido por la plebeya gracias a una saltada de cerca del sonso de Fernando que se dejó pillar por Isabel.

Emprendí mi investigación en los libros especializados y en consulta con expertos. Mis pesquisas no fueron vanas. La señora Rocío Sánchez del Real una genealogista miembro de la Academia Colombiana de Genealogía, logró encontrar un hilo que conducía al ansiado ancestro español sefardí.

Según el informe técnico, mi antepasado es un tal Pedro Martín, citado en una historia sobre las migraciones de judíos y conversos al territorio de lo que hoy es Colombia durante la Conquista y la Colonia en los siglos XVI y XVII en la que se identifican sefarditas que lograron “infiltrarse de manera disimulada entre los grupos de viajeros que llegaron entonces, adoptando comportamientos que no despertaran sospechas ni recelos del Tribunal de la Inquisición, institución encargada de perseguirlos en España y en las tierras recién descubiertas del Nuevo Mundo”. Nuestro tátara-tátara-tátara abuelo fue de esos que por salvar el pellejo aprendió a comer marrano en exceso y nos dejó de herencia esas fiestas espectaculares que disfrutamos todos los años con sacrificio de puerco por estas épocas navideñas. Como quien dice, nos salvó el marrano y quedaba comprobado que no era descendiente aunque fuera no reconocido del Rey de España.

Ahora quedaba lo de “raza pura” aristocrática o plebeya, lo que fuera. No se mencionan mujeres en la investigación sobre el linaje y me asaltaba la duda sobre si el tal Pedro, cuya inquieta hormona heredé con orgullo, había logrado su descendencia criolla montando en india.

La única salida era acudir a la ciencia haciéndome el examen de ADN y… ¡Oh sorpresa! 14,8% de indio americano y 1,2% de Judío, con lo cual establecí que el único aficionado a las nativas no fue Pedro. No pocos de mis ancestros también tuvieron el mismo gusto.

Al final de mi exploración obtuve como resultado que ni español, ni judío, ni indio. Colombiano de raza pura, raizal de aquí, orgulloso de lo que soy, propietario de mis defectos y seguro de que con todas esas aventuras que tuvieron que pasar esos conquistadores, esos indios que sufrieron la invasión de extraños, esos montañeros que se aventuraron a colonizar lo indomable, se forjó una manera de ser única, capaz de sacar adelante proyectos como fundar una ciudad, establecer una empresa con honradez y esfuerzo, poner en marcha una cooperativa como Cofincafé o poner a trabajar la imaginación en pos de un futuro mejor para todos.

Esa colombianidad, fue la que me dio los apellidos que tengo. Los Jaramillo y los Arias, con toda la historia a cuestas, me enseñaron lo esencial, lo simple, lo útil, la verdadera sabiduría: Dios existe, tiende la cama, no te orines en las sábanas, báñate bien, come despacio y con los cubiertos, saluda, cumple tus tareas, no te conformes con ser mediocre, ayuda a los demás, no seas soberbio, no mientas, no robes, no hagas daño, no tomes ventaja, no cometas excesos, se un buen ciudadano, ama la naturaleza, busca ser feliz haciendo el bien y tantas, tantas cosas más.

Con esos mitos y esas herramientas he protagonizado ya durante 70 años esta película corta de la vida que me hace feliz porque no solamente nos salvó el que Pedro comiera marrano sino que como decía Joaquín Sabina, hay más de cien motivos para no cortarse de un tajo las venas, más de cien pupilas donde vernos vivos, más de cien mentiras que valen la pena.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Luis Fernando, me encato tu artículo y trajo ami memoria la figura y modo de ser de tus padres. ComoCuando

7:13 AM  

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