Gatos guardianes 200711
Por Luis Fernando Jaramillo Arias
Un campesino que en su alacena
guardaba un queso de nochebuena,
oyó un ruidito ratoncillesco
por los contornos de su refresco.
Y pronto, pronto, como hombre listo
que nadie pesca de desprovisto,
trájose al gato, para que en vela
le hiciese al pillo la centinela.
E hízola el gato con tal suceso,
que ambos marcharon: —ratón y queso.
Gobiernos dignos y timoratos,
donde haya queso no mandéis gatos.
En Armenia y el Quindío nos pasa lo del poema de Rafael Pombo. Los gobernantes no firman los contratos y luego dicen, “Todo fue a mis espaldas”, la llave de la impunidad que se inventó un presidente del mismo partido del MIL. Desafortunadamente para ellos, después de un seguimiento rápido a muchos de estos contratos firmados por delegados, se encuentra el origen de los compromisos de los gobernantes elegidos que se están cumpliendo y se ve que el trompo puchador es el funcionario a quien se le hizo la delegación.
Cuando se revisan los contratos tanto de la Gobernación del Quindío como de la Alcaldía de Armenia se encuentra una gran cantidad de personajes firmando en representación legal de las instituciones siempre amparados por decretos de descongestión administrativa que se han expedido porque parece que a los gobernantes no les queda tiempo para cuidar los bienes públicos. Los delegados firman y, si los cogen en irregularidades, aparece el inocente mandatario diciendo que seguramente se descuidó y que no controló suficientemente, sabiendo que la ley 80 es clara en manifestar que los jefes y representantes legales de las entidades estatales no están exonerados, por virtud de la delegación, de sus deberes de control y vigilancia de la actividad precontractual y contractual. Y la cadena se rompe por el más débil de los eslabones; ya salió Sandra Milena Manrique, ya salió Gabriela Valencia Vásquez, ya salió José Javier Acero Osorio, ya salió Jorge Luis Barrera Chíquiza.
Ya presiento que el alcalde Ríos y su hábil abogado defensor van a comenzar a predicar que seguramente el mandatario cometió un pecado venial descuidando un poco el control y la vigilancia, pero que la mala forma de contratación fue causada por aquel funcionario de segunda categoría que firmó el contrato.
En ninguna organización la autoridad de primer nivel puede evadir la responsabilidad y por eso tenemos que despertar ante esta infamia preconcebida para que los funcionarios principales salgan de los problemas que les causan las veedurías y los entes de control cuándo les pillan alguna de sus artimañas. Ellos tienen que saber que la delegación se hace únicamente en personas que no traicionen la confianza o que no estén delegadas para traicionar la confianza de la ciudadanía.
Hemos aprendido que los gatos no cuidan el queso.
Un campesino que en su alacena
guardaba un queso de nochebuena,
oyó un ruidito ratoncillesco
por los contornos de su refresco.
Y pronto, pronto, como hombre listo
que nadie pesca de desprovisto,
trájose al gato, para que en vela
le hiciese al pillo la centinela.
E hízola el gato con tal suceso,
que ambos marcharon: —ratón y queso.
Gobiernos dignos y timoratos,
donde haya queso no mandéis gatos.
En Armenia y el Quindío nos pasa lo del poema de Rafael Pombo. Los gobernantes no firman los contratos y luego dicen, “Todo fue a mis espaldas”, la llave de la impunidad que se inventó un presidente del mismo partido del MIL. Desafortunadamente para ellos, después de un seguimiento rápido a muchos de estos contratos firmados por delegados, se encuentra el origen de los compromisos de los gobernantes elegidos que se están cumpliendo y se ve que el trompo puchador es el funcionario a quien se le hizo la delegación.
Cuando se revisan los contratos tanto de la Gobernación del Quindío como de la Alcaldía de Armenia se encuentra una gran cantidad de personajes firmando en representación legal de las instituciones siempre amparados por decretos de descongestión administrativa que se han expedido porque parece que a los gobernantes no les queda tiempo para cuidar los bienes públicos. Los delegados firman y, si los cogen en irregularidades, aparece el inocente mandatario diciendo que seguramente se descuidó y que no controló suficientemente, sabiendo que la ley 80 es clara en manifestar que los jefes y representantes legales de las entidades estatales no están exonerados, por virtud de la delegación, de sus deberes de control y vigilancia de la actividad precontractual y contractual. Y la cadena se rompe por el más débil de los eslabones; ya salió Sandra Milena Manrique, ya salió Gabriela Valencia Vásquez, ya salió José Javier Acero Osorio, ya salió Jorge Luis Barrera Chíquiza.
Ya presiento que el alcalde Ríos y su hábil abogado defensor van a comenzar a predicar que seguramente el mandatario cometió un pecado venial descuidando un poco el control y la vigilancia, pero que la mala forma de contratación fue causada por aquel funcionario de segunda categoría que firmó el contrato.
En ninguna organización la autoridad de primer nivel puede evadir la responsabilidad y por eso tenemos que despertar ante esta infamia preconcebida para que los funcionarios principales salgan de los problemas que les causan las veedurías y los entes de control cuándo les pillan alguna de sus artimañas. Ellos tienen que saber que la delegación se hace únicamente en personas que no traicionen la confianza o que no estén delegadas para traicionar la confianza de la ciudadanía.
Hemos aprendido que los gatos no cuidan el queso.
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