Planes de Desarrollo 200516
Por Luis Fernando Jaramillo Arias
Entre las muchas noticias de corrupción y las de Coronavirus, han pasado relativamente desapercibidas las discusiones y debates tanto en la Asamblea Departamental del Quindío como en el Concejo Municipal de Armenia sobre los planes de desarrollo de los gobiernos que comienzan.
Los Planes de Desarrollo son la carta de navegación de los gobiernos que tienen un profundo significado político pero también un componente técnico, además de una necesidad pragmática, que implican un exigente esfuerzo de coordinación y articulación obligatorio, con otros instrumentos de planeación.
El componente político es el plato que resulta de una receta que consiste en mezclar el aporte del Consejo Territorial de Planeación, una instancia importantísima de participación de la sociedad civil, con las mesas de consulta ciudadana y el programa del alcalde o gobernador, inscrito en la Registraduría Nacional de Estado Civil al momento de inscribirse como candidato.
El componente técnico aparece en la articulación de ese programa de gobierno con el plan de ordenamiento territorial vigente. El POT es un instrumento de planeación de obligatorio cumplimiento y por tanto también debe estar inserto en el Plan de Desarrollo. Pero además, los planificadores tienen que tener en cuenta los acuerdos y tratados internacionales que son un compromiso de país. ¿Cómo no tener en cuenta, por ejemplo la responsabilidad adquirida por Colombia de reducir en un 20% las emisiones de Gases Efecto Invernadero?
Y está la necesidad pragmática. Un departamento pequeño como el Quindío o una ciudad mediana como Armenia, ambos en precarias condiciones económicas y con inmensas necesidades sociales, dependen muchísimo de la gestión que hagan sus gobernantes para obtener recursos y para eso tienen que contar con el Plan Nacional de Desarrollo del gobierno central. Si eso no se hace, no hay plata y todo se va en proyecticos de menor calado, en burocracia de secretarías e Institutos descentralizados.
Hoy apareció un nuevo componente. La pandemia universal va a conducir a lo que ahora se llama la “nueva normalidad”. Esa nueva realidad a la que nos enfrentamos dejó desactualizados casi todos los planes y programas que hoy tenemos al frente.
Concluyo con un llamado tanto a la Asamblea departamental como al Concejo municipal para que revisen en detalle la articulación necesaria de los planes y, simultáneamente, hago una petición al gobierno nacional para que aplace la fecha límite para la aprobación de los Planes de Desarrollo con el objeto de que los gobiernos los adapten a los cambios de la nueva vida que se nos llega. Todos estos planes se comenzaron a redactar antes de aparecer el Coronavirus en Colombia.
Entre las muchas noticias de corrupción y las de Coronavirus, han pasado relativamente desapercibidas las discusiones y debates tanto en la Asamblea Departamental del Quindío como en el Concejo Municipal de Armenia sobre los planes de desarrollo de los gobiernos que comienzan.
Los Planes de Desarrollo son la carta de navegación de los gobiernos que tienen un profundo significado político pero también un componente técnico, además de una necesidad pragmática, que implican un exigente esfuerzo de coordinación y articulación obligatorio, con otros instrumentos de planeación.
El componente político es el plato que resulta de una receta que consiste en mezclar el aporte del Consejo Territorial de Planeación, una instancia importantísima de participación de la sociedad civil, con las mesas de consulta ciudadana y el programa del alcalde o gobernador, inscrito en la Registraduría Nacional de Estado Civil al momento de inscribirse como candidato.
El componente técnico aparece en la articulación de ese programa de gobierno con el plan de ordenamiento territorial vigente. El POT es un instrumento de planeación de obligatorio cumplimiento y por tanto también debe estar inserto en el Plan de Desarrollo. Pero además, los planificadores tienen que tener en cuenta los acuerdos y tratados internacionales que son un compromiso de país. ¿Cómo no tener en cuenta, por ejemplo la responsabilidad adquirida por Colombia de reducir en un 20% las emisiones de Gases Efecto Invernadero?
Y está la necesidad pragmática. Un departamento pequeño como el Quindío o una ciudad mediana como Armenia, ambos en precarias condiciones económicas y con inmensas necesidades sociales, dependen muchísimo de la gestión que hagan sus gobernantes para obtener recursos y para eso tienen que contar con el Plan Nacional de Desarrollo del gobierno central. Si eso no se hace, no hay plata y todo se va en proyecticos de menor calado, en burocracia de secretarías e Institutos descentralizados.
Hoy apareció un nuevo componente. La pandemia universal va a conducir a lo que ahora se llama la “nueva normalidad”. Esa nueva realidad a la que nos enfrentamos dejó desactualizados casi todos los planes y programas que hoy tenemos al frente.
Concluyo con un llamado tanto a la Asamblea departamental como al Concejo municipal para que revisen en detalle la articulación necesaria de los planes y, simultáneamente, hago una petición al gobierno nacional para que aplace la fecha límite para la aprobación de los Planes de Desarrollo con el objeto de que los gobiernos los adapten a los cambios de la nueva vida que se nos llega. Todos estos planes se comenzaron a redactar antes de aparecer el Coronavirus en Colombia.
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