Fin de año 221231
Por Luis Fernando Jaramillo Arias
En mi niñez, los días de fin de año
comenzaban con las velitas que se quemaban en una tabla en la puerta de la casa
o en un arco de lata de guadua que se hacía en las fincas. El 7 era el día de
los faroles, de la pólvora, de cuadrar las invitaciones a las matadas de
marrano.
En Armenia se instalaban durante la época decembrina los “almacenes agáchese” que hoy ya no se usan porque funcionan todo el año con las ventas callejeras en exhibiciones puestas en calles y andenes. Preparábamos el pesebre para tenerlo listo el 16 cuando se comenzaba a rezar la novena navideña “Benignísimo Dios de infinita caridad que tanto amasteis a los hombres… “, oraciones y luego Tutaina tuturuma…tutaina tuturumaina.
Comenzaba la época de los juegos de
aguinaldos. Pajita en boca, dar y no recibir, hablar y no contestar, en los que
el que perdía, al grito de ¡Mis aguinaldos! Se daba por vencido y pagaba con un
obsequio.
El 24 era el día de los regalos. No los
traía “Santa” sino El Niño. Sorpresas agradables y también frustraciones como
una que sucedió cuando no me llegó un caballito de palo que le estaba pidiendo
fervorosamente todas las noches al terminar el “Ángel de mi guarda mi dulce compañía…”
Como era un secreto para el Niño Dios, no le conté mi deseo a mi mamá, a mi
papá ni a mi hermana. El Niño Dios me quedó mal, aunque esa noche se quemó
pólvora, se rezó la novena y se cantaron “Arbolito de Navidad que siempre
florece los 24…” y también la canción del Caballero Gaucho, “Viejo juguete”. Aún
con lo borrosa que es la memoria de tantos años atrás, más recuerdo ese pasaje
que los muchos otros de alegría. Marca mucho lo negativo y por eso el esfuerzo
debe hacerse en pro de lograr que prime lo bueno, que sume lo positivo, que la
felicidad sea una meta de siempre.
Venía el 28 de los inocentes con la
“inocentada” del día y después el 31 de diciembre. En la noche se preparaba el
“Brindis del bohemio” y luego se cantaba “Faltan cinco pa las doce…”, el “Hijo
ausente” y muchas otras canciones de parranda. El primero de enero era como un
nuevo amanecer en el que todas las cosas iban a cambiar. Por eso los calzones
amarillos, las 12 uvas, la vuelta a la manzana arrastrando las maletas.
Tantos recuerdos y momentos de familia,
tantas veces desearse feliz año, tantos caminos recorridos. El año que sigue también
tendrá alegrías y dificultades. Tendrá su tiempo, pasará a la historia y vendrá
uno nuevo. El mundo gira y gira y gira y gira. Nuestro tiempo va pasando y seguimos
recorriendo un camino que debemos hacer grato. Sin tristezas, sin quejas, disfrutando
lo que tenemos, haciendo el bien, amando y sirviendo que es lo que más
satisfacciones da. Hacerlo permanentemente, sin necesidad de esperar fechas
comerciales. Lo único es el hoy porque el ayer ya pasó y el futuro es incierto.
Vivamos y seamos felices ahora, buscando serlo siempre. Eso deseo para todos en
el año que viene con un abrazo último modelo en todos los siguientes.