Tuesday, November 25, 2025

Odios promovidos y legitimidad arrogada 251121

 


Por Luis Fernando Jaramillo Arias..

Colombia necesita reformas, sí, pero también respeto. Reformar no es arrasar: Es mejorar lo que no funciona sin demoler lo que nos sostiene. La Nación no avanza a gritos ni a codazos, avanza cuando escucha, corrige y acuerda. Por eso urge una actitud distinta en la cúpula del poder: Líderes que inspiren, no que dividan; estadistas que eleven el tono, no púgiles de la grosería que reducen la política a un ring.

Conviene recordarlo: Ni la Presidencia ni el Congreso encarnan por sí solos al pueblo. Ambos surgen del mismo origen —el voto ciudadano— y comparten igual legitimidad. Cuando una institución pretende arrogarse la representación exclusiva, desfigura la democracia y dinamita los puentes que necesita para gobernar. El disenso es sano; la descalificación permanente, tóxica. La República se sostiene en pesos y contrapesos, no en pulso y pulso.

Las reformas requieren una brújula ética y un termómetro social. La sociedad puede ponerse en contra de cambios que, con el pretexto de la “transformación”, golpean a la mayoría al tocar fuentes esenciales de riqueza. Pongo un ejemplo sensible: Ecopetrol. Más allá de las ortodoxias, su estabilidad incide en el empleo, en la inversión, en las finanzas públicas y, en últimas, en el bolsillo de millones. Es legítimo discutir su rumbo —transición energética incluida—, pero sería irresponsable tratarlo como si fuera un juguete ideológico. Un país que descuida la gallina de los huevos de oro termina importando los huevos… y la gallina.

Necesitamos respeto institucional y siembra de concordia. El debate fuerte, sí; el insulto, no. La crítica con argumentos, sí; la estigmatización, jamás. Quien gobierna y quien legisla deben asumir que su mandato es construir acuerdos, no coleccionar enemigos. La legitimidad que les confirió el voto exige grandeza: Explicar, escuchar, rectificar. Y al ciudadano le corresponde exigir decoro, premiar la solvencia y castigar la estridencia.

Reformas con método, diálogo con reglas, protección del patrimonio común y una narrativa de unión. Ese es el camino. El país no está para Santos ni mesías, sino para adultos que sepan que la democracia es un trabajo paciente. Hagámoslo entre todos: Menos rabia y más República. ¿Nos damos esa oportunidad?



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