Rodolfo, el palo del 29 de mayo 220604
Por Luis Fernando Jaramillo Arias
Conocí a Rodolfo Hernández en septiembre de 2019 cuando yo hacía
campaña para la alcaldía de Armenia. Lo invité en esa época y tuvo la gentileza
de visitarme rodeado de su fama como alcalde de Bucaramanga que había logrado
darle muy duro a la corrupción y con él llenamos el auditorio del hotel Mocawa;
después continuamos comunicaciones no muy frecuentes. Desde esa época aprecio
su autenticidad, su originalidad, su consistencia en el discurso y siento
agradecimiento por él. Tengo conciencia de que tiene un perfil diferente al que
tenemos dibujado en la mente sobre un Presidente de la República, pero ese
precisamente es el cambio.
El Ingeniero hizo un original trabajo de campaña que
demostró una comprensión muy clara de los nuevos tiempos. Un político emergente
que sabe comunicarse y que ofrece un cambio diferente al que promete su
contrincante de la segunda vuelta presidencial, un planteamiento que muchos
votantes compraron y eso sorprendió, pero eso precisamente es el cambio que mucha
gente quiere. Maneja muy eficazmente las redes sociales y demostró su talante
en el video que publicó ese 29 de mayo celebrando el resultado de la jornada
electoral desde la cocina de su casa.
Cambio es una palabra que parece tener contenido mágico
porque todas las campañas políticas lo usan. En el caso de Rodolfo, él mismo me
dijo que su oferta es cambiar no aceptando la vida como es sino transformarla
para mejorarla y luchar por la verdad y la justicia, divorciándose por completo
de la vieja política. El discurso es simple: Guerra a la corrupción provocando emociones,
acudiendo al Imperativo Categórico un concepto del filósofo alemán Immanuel
Kant aterrizado al lenguaje común.
La campaña rival ya ha desatado la guerra mediática contra
él. Que debe responder las acusaciones de corrupción por las cuales tiene un
proceso penal; que es machista, que es un chabacán y usa un lenguaje ramplón,
que es descontrolado e irascible, que es un rico que se burla de los pobres. Su
respuesta es “el que nada debe nada teme” y contraataca descalificando algunas
de las acusaciones, ignora otras y recusa sus jueces. Le llega a la gente
mostrándose francote con un lenguaje lleno de dichos, una característica muy
común en su modo de ser santandereano. También afirma que toda la vida ha
desarrollado productos para satisfacer las necesidades de los pobres.
Yo votaré por él. Se sale del molde pero hoy es la
alternativa que tenemos para defender la democracia y las libertades. Y así
como ha sorprendido con su destreza comunicacional y el uso de las herramientas
Kantianas para encontrar la forma de poner a la gente a pensar en ese
mandamiento autónomo no dependiente de una religión, de una ideología o de un
partido: No robar, no mentir, no traicionar. Con esta fórmula se sale de la narrativa que
había impuesto Antonio Gramsci, el filósofo italiano marxista al que siguen los
voceros del socialismo del siglo 21 para justificar en las necesidades
insatisfechas producidas según ellos por el sistema económico que nos rige, el
por qué roban, el por qué mienten, el por qué traicionan.
Ese circo, como algunos lo han calificado, puede convertirse
en una nueva lectura que quiere promover Hernández para que el país logre ese
cambio que todos queremos para construir también entre todos un futuro mejor. Sea
lo que sea, esta opción es mejor que una miseria anunciada.
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