Héroes anónimos. Lo público al servicio del público 220219
Por Luis Fernando Jaramillo Arias
Pum, pum,
pan, pum, pum… No son sonidos de petardos, de bala ni de algo parecido;
son los golpes que las raquetas a las bolas en un partido de dobles de tenis. Los
contrincantes, Norbert Pudzich y Elizabet Loaiza, Ferney Cardona y su esposa Daniela Tabares en
las canchas públicas del Bosque construidas en 1952 en un parque en todo el
corazón de Armenia junto a lo que queda de la plaza de toros.
Las canchas del Bosque encierran la historia de una lucha
desde 2003 cuando se dieron por terminados los alojamientos de los damnificados
del terremoto de 1999. Eran ruinas. El secretario de gobierno del alcalde le
propuso el reto a Ferney: Hágase cargo, paga un arriendo, los arreglos son por
cuenta suya, usted mantiene las canchas y las explota como negocio propio. Y
Ferney pensó ¿Cómo? Si solo tengo mi experiencia de profesor en Comfenanco y mi
casa en el barrio La Patria. La entrada es muy fea, el sendero oscuro y
peligroso, los atracadores utilizan el parque para evadir las autoridades y
escabullirse con su botín. Meditó, meditó y afloró en él el alma de empresario:
Vendió la casa, y se puso en la tarea de recuperar las canchas, ponerlas al día,
promover el servicio entre sus amigos y conocidos y organizó una entrada corta
que pasa por el CAI para facilitar el ingreso de los jugadores.
Pasaron 2004 y 2005, Ferney no conseguía que el negocio prosperara
y pidió apoyos a la alcaldía: “Tiene que pagar el arrendamiento y mantener las
canchas: ¡Si no le sirve así, entréguelas! Él no estaba para fracasos e ideó lo
que se constituyó en su gran impulso: Un programa para tenistas discapacitados en
silla de ruedas completamente gratuito, como un servicio público de esos que el
municipio debería tener pero no tiene. También ideó un programa para niños y después
de esos dos durísimos años de noches en vela, los programas funcionaron y el
negocio comenzó a florecer.
Las canchas del Bosque funcionan hoy gracias al esfuerzo de
un empresario persistente, que hace gestión, que sabe que las incertidumbres se
convierten tropiezos o en impulsos en su lucha. En este caso el municipio no ha
hecho pero ha dejado hacer. Y sobre todo, el gran mérito es haber puesto lo
público al servicio del público. A las canchas llegan personas de todos los
estratos, juegan a la sombra de los árboles del Bosque, saben que tienen un sitio
para la diversión sana.
Y otro gran mensaje: Dos personas de altísimo nivel social,
con capacidad económica para asistir a clubes exclusivos, Norbert y a
Elizabeth, alternando de igual a igual con todos en un sitio popular, convencidos
de que en una ciudad el compartir los espacios públicos
sin distingos de clase es una acción precursora de la convivencia, de la confianza,
la seguridad y el buen vivir.
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