Tuesday, January 04, 2022

Todavía no lloremos por Chile 220101

Por Luis Fernando Jaramillo Arias

Ir a Chile después del resultado de las elecciones del pasado 19 de diciembre representó adicionalmente a la expectativa del paseo familiar, delicioso por cierto, una marcada curiosidad política.

Como viajero desprevenido me llamó la atención el exceso de regulaciones y la rigidez personal que se encuentra con frecuencia. Disciplina un poco llevada al extremo, pasaportes de movilidad para control de la pandemia, permisos y comprobaciones gubernamentales para todo. El temor a la autoridad de los carabineros es muy impactante.

¿De dónde surge el descontento que puso en jaque al gobierno en un país en el que sus ciudadanos emigran poco, un país con una infraestructura envidiable, la economía más dinámica de Suramérica, un país con antecedentes de respeto por las instituciones a partir de la transición de Pinochet? Los contradictores del sistema de democracia de libertades han trabajado con eficacia en aprovechar las contradicciones que han surgido con los años, el descuido de muchas empresas en aspectos de retribuciones sociales y han socavado la idea de apoyarse en el ahorro y en la austeridad del hoy para asegurar el mañana o para dejar un mejor vivir a la descendencia, conceptos basados en la expectativa de una vida en el más allá o en la configuración de una imagen que logre trascender la muerte. Como muchos jóvenes no quieren tener hijos y creen que no hay vida futura, todo debe lograrse aquí y ahora. Y lo más serio, la educación tomada por los pregoneros de que la condición humana por la sola razón de la existencia implica derechos sin deberes, que todo lo malo que me ocurre o es por culpa del gobierno o por causa de los demás, que la desigualdad se soluciona con reformas que le den más poderes al Estado, promueve odios y confusiones muy serias a la hora de tomar decisiones electorales.


Los chilenos con que pude hablar, gente buena, tranquila, disciplinada, carente de “malicia indígena” parecen haber recibido el resultado electoral con tranquilidad y seriedad democrática. Conversé tanto con partidarios del presidente electo Boric como del derrotado Kast y todos ellos miran la elección como parte de la normalidad política chilena en la que la alternación entre mandatarios de lo que se denomina izquierda con presidentes de lo que se señala como derecha ha sido la constante en las últimas dos décadas. Los chilenos confían en que se pueda mantener la sucesión pendular que va de Lagos (derecha) en 2006 a Bachelet (izquierda), de esta a Piñera (derecha) en 2010, de nuevo Bachelet en 2014 que entregó a Piñera en 2018 que será sucedido en 2022 por Boric que se espera gobierne hasta 2026, a no ser que se desborde el apetito estatizante y segador de la democracia que atraviesa los aires americanos llevando a las constituciones a que se puedan dar reelecciones sucesivas e indefinidas.

La gran prueba que deben cruzar los chilenos es la de la firmeza de sus instituciones para que lo que surja de la presidencia Boric y la constitución que están reformando corresponda a la confianza que parecen tener las personas con quienes tuve oportunidad de conversar. Habrá que dar ese compás de espera y no llorar todavía por Chile.

1 Comments:

Blogger Unknown said...

Interesante escrito, el todavía podría ser augurio que lloraremos, aunque espero que no.

5:37 AM  

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