Sunday, August 27, 2023

230818 Discurso de Joaquín Losada Fina en el Congreso de ANDI en Cartagena. Construcción de Confianza

• Un cordial saludo a todos los presentes en la octava versión del Congreso Empresarial Colombiano. A los miembros del gobierno nacional y a las autoridades; al presidente de la ANDI, Bruce Mac Master, a mis compañeros de la Junta de Dirección Nacional y especialmente a los destacados empresarios que por décadas han generado valor y bienestar social a través de un tejido empresarial que cierra brechas y construye futuro.

● Quisiera, para abrir esta presentación, invitarlos a hacer un viaje en el tiempo. Les pido que regresemos a mayo del 2021 y nos ubiquemos en la ciudad de Cali. Estábamos en pleno paro nacional, al borde del conflicto civil. Cali estaba totalmente bloqueada, sin combustible, con los bancos y el comercio vandalizados. El 60% de las estaciones del sistema de transporte masivo destruidas, hoteles incendiados, escasez de alimento y como si fuera poco en medio del pico de la pandemia. Vivíamos un caos impensable y angustiante.

 ● En términos prácticos, el diálogo constructivo era impensable, y las redes sociales agudizaban esta polarización: era la izquierda vs la derecha, los ricos vs los pobres, los explotadores vs los explotados, la clase dirigente vs los ninis. Que fácil es Juzgar a quienes consideramos que piensan diferente.

 ● Los empresarios de Cali nos atrevimos a dar un paso difícil pero importante. Nos sentamos a escuchar a los jóvenes: a escuchar para entender y no para responder.

 ● Fueron conversaciones duras, cargadas de rabia y resentimiento. Sin embargo, valieron la pena. Nos ofrecieron perspectiva. Gracias a estos espacios de diálogo, donde participábamos empresarios de todos los tamaños, logramos entender mejor a los jóvenes y sus reclamaciones que eran en su mayoría legitimas. Nos hablaron de falta de educación y de empleo. También de hambre y abandono. En general nos pedían oportunidades.

 ● A raíz de este ejercicio, nace la iniciativa Compromiso Valle como una respuesta a este llamado social. Más de 450 empresas y gremios como la ANDI, ProPacífico, la Cámara de Comercio y varias fundaciones empresariales unimos esfuerzos para encontrar oportunidades y soluciones.

● Hoy, después de dos años de trabajo, con esa misma constancia con la que iniciamos, hemos conseguido resultados muy positivos:

o 2.500 jóvenes de altísimos niveles de vulnerabilidad han sido contratados por diferentes empresas vallecaucanas,

o +8.000 jóvenes que han recibido acompañamiento psicosocial,

o +12.000 emprendimientos apoyados con capital semilla y formación,

o +180 jóvenes capacitados en liderazgo,

o Y la apertura de +100 comedores comunitarios y +35 huertas urbanas

 ● Pero lo más importante, aprendimos que el activo más valioso que tenemos hoy es la construcción de confianza.

 ● Pasamos de tener jóvenes encapuchados que no nos miraban a los ojos, a tener un ejército de emprendedores,

o pasamos de la confrontación en las calles a la construcción de las ideas.

o Los jóvenes que antes, equivocadamente, muchos consideraban un problema ahora lideran una parte importante de los programas que creamos para ellos mismos en Compromiso Valle.

● Y, ¿por qué menciono esto? porque hoy, como país, vivimos una crisis de confianza. Los colombianos no confían en prácticamente nadie. Según la última encuesta de Invamer, un altísimo porcentaje de colombianos tiene una imagen desfavorable del congreso, del sistema judicial, partidos políticos, redes sociales, medios de comunicación… que se resume en que el 69% cree que las cosas en Colombia están empeorando.

 ● Sin embargo, hay una institución a la que los colombianos le siguen creyendo. La última encuesta de Edelman Trust Barometer 2023 revela que en Colombia la única institución confiable son las empresas, muy por encima de ONGs, el gobierno y los medios de comunicación.

 • Las empresas gozan de alta credibilidad porque han actuado a la altura de las circunstancias, porque han sido consistentes, porque se han convertido en una fuente generadora de las oportunidades que tanto reclama la sociedad más vulnerable. Necesitamos seguir creciendo ese activo mágico de la confianza y para lograrlo hay que tener más iniciativa y menos ideología.

 • En el último informe del PNUD sobre percepciones y bienestar subjetivo en Colombia, se concluyó que: “la gran desconfianza en Colombia puede ser uno de los factores que crean un círculo vicioso entre la desigualdad y la baja productividad”.

 • Tenemos que romper ese círculo vicioso de polarización, desconfianza y desigualdad; ejemplos a pequeña escala como Compromiso Valle, son la demostración de lo que se puede lograr si hay voluntad de sentarse a entender y proponer.

 ● En ese sentido, desde la ANDI siempre respaldaremos iniciativas de reforma que mejoren las condiciones sociales. Las reformas que plantea el gobierno son necesarias. Sin embargo, deben concebirse para mejorar la calidad de vida de los colombianos y generar verdadera equidad; en la ANDI:

o abogamos por una educación de mejor calidad,

o por un mejor sistema de salud,

o por un sistema de pensiones más equitativo,

o por brindar más oportunidades de empleo,

o y, sobre todo, por reducir el alto nivel de informalidad laboral.

 ● Necesitamos construir sobre lo construido sin negar los avances que ya tenemos. Necesitamos el camino de la concertación y el dialogo. Cuando tomamos esa dirección los resultados se ven. Basta ver dos ejemplos recientes: el aumento del salario mínimo el año pasado (un trabajo consensuado) y, segundo, la coordinación que se está viendo hoy entre ganaderos, propietarios de tierra y el Ministerio de Agricultura.

 ● Todos queremos lo mismo. Queremos que a Colombia le vaya bien. Queremos un país donde haya más equidad, menos pobreza, menos desigualdad y más oportunidades.

 • En la instalación del CEC el año pasado, mi colega Carlos Ignacio Gallego, fue tajante en afirmar que no hay desarrollo sin empresas; mencionó:

o “todos los días, millones de empresarios en el campo o en las ciudades, pequeños y grandes, contribuyen al desarrollo del país con su gestión; ese desarrollo dependerá de qué tan bien nos articulemos, nos comuniquemos y cooperemos para ese gran ecosistema que se llama Colombia”.

 ● En este mismo escenario, hace un año, el presidente Gustavo Petro planteó el concepto de las “misiones público-privadas” y dio varios ejemplos. Abro comillas:

 o “tenemos que trabajar en una misión para acabar con el hambre, una misión público-privada. (…) para eso tenemos que hablar, hacer mesas, plantear un diálogo social”.

 ● Después de un año, lamentablemente, como país no hemos podido avanzar en esa articulación, en los temas urgentes y nos hemos enfrascado en discusiones y señalamientos. No podemos perder más tiempo escuchando discursos que radicalicen, nos polaricen aún más y nos lleven a la inacción.

 ● Las empresas y los empresarios estamos llamados a seguir creyendo en Colombia, seguir creyendo en nuestras instituciones. Como menciona nuestro presidente, el doctor Bruce Mac Master: es el momento de arropar la institucionalidad, confiar en su transparencia y objetividad.

 ● Una de las lecciones más valiosas de Compromiso Valle es comprender que no somos tan diferentes como pensamos. Los colombianos, aunque tengamos condiciones sociales distintas, aunque habitemos extremos políticos alejados   –insisto– todos queremos lo mismo. Queremos que Colombia sea un mejor país.

 ● Capitalicemos ese activo tan valioso que es la confianza. Trabajemos, como el mismo presidente lo ha mencionado varias veces, en ese gran acuerdo nacional que reduzca la desigualdad y logre la verdadera paz social. Un acuerdo nacional que empiece por reconocernos en el marco de la diferencia y que construya la confianza… que lo hará viable.

 ● En la fuerza empresarial descansa el verdadero motor del crecimiento económico, del empleo y del progreso. Por eso, la invitación, como expresa el tema central del octavo Congreso Empresarial Colombiano, es unirnos a esa agenda de crecimiento por el país que soñamos

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Saturday, February 01, 2020

REFLEXIONES DE UN ESTUDIANTE PENSIONADO Por: NICANOR RESTREPO SANTAMARÍA

En este blog he publicado cosas escritas por mí, pero también me gusta refrescarlo con cosas hechas por otros. Por este motivo, publico un escrito de hace varios años, ya presentado en varias revistas nacionales, que me parece una nota muy ilustrativa y llena de valores humanos. Después de jubilarse a los 62 años como el hombre fuerte del Sindicato Antioqueño, Nicanor Restrepo se fue a estudiar a París. En este texto explica su filosofía sobre la vida, el poder, el dinero y la vejez.

https://medellin.unal.edu.co/noticias/52-reflexiones-de-un-estudiante-pensionado.html

Cuando uno enfrenta el reto de envejecer dignamente, lo cual no solo es natural sino maravilloso, parte esencial de la vida, tiene que entender que se trata de un ciclo y una etapa muy rica para la que hay que prepararse. Es un proceso al que se llega naturalmente. Así, hay que tratar de llegar bien desde el punto de vista de la salud y de las previsiones económicas para que en una etapa en la que hay menos ingresos se pueda vivir con dignidad. O sea, tiene que tenerse una concepción del ahorro, de la austeridad, de las restricciones, que no son de ninguna manera antipáticas. Si se les interpreta bien, se convierten en algo que enriquece, en lugar de lo contrario.

Cuando se ocupa una posición como la que tuve al final de mi carrera, de presidente de una organización importante, se tienen unos privilegios que corresponden a la empresa, menos que a la persona. Por ejemplo, un automóvil con conductor, tiquetes para viajar y desplazarse a cualquier parte, clubes sociales donde atender las relaciones tanto profesionales como personales, en fin... un montón de gajes, además de un buen salario. Pero en el momento en que uno se jubila, el ingreso se convierte en una fracción muy modesta de lo que se ganaba. La pensión no alcanza a ser, como en el caso mío, ni siquiera el 6 por ciento del último salario. De manera que cuando se pasa de un ingreso alto, al 6 por ciento, si no se han calculado bien las cosas, la situación se vuelve muy difícil. Una manera de preverla no solo es ahorrar para que haya algún complemento en lo posible, sino también no acostumbrarse a cosas innecesarias, suntuosas e inútiles. Más bien, a vivir modesta, austeramente y a no confundir nunca lo propio con ajeno. Me refiero a que muchos de los privilegios que disfruta un ejecutivo pertenecen a la compañía misma.

Cuando se pasa, como me tocó a mí, de ir en un carro blindado con escoltas –que no es un privilegio, sino una tortura– a otro donde uno abre la ventanilla, y aunque no sabe nada porque hace mucho tiempo no maneja, siente un cambio brusco, pero interesante. Todavía más cuando uno pasa de ese carro blindado, una especie de coche mortuorio, a desplazarse en una bicicleta, como lo hice yo, para ir por unas calles desconocidas pero apasionantes. Es una experiencia maravillosa. Entonces pienso que una de las ideas que hay que tener claras cuando se va llegando a esta edad es que, lo que viene adelante tiene, obligatoriamente, condiciones distintas. Hay que vivir con menos presupuesto, y eso es válido no solo para el ejecutivo, sino para el empleado mismo.

Primero, entonces, juicio y orden en las finanzas personales y conciencia de que se han de perder seguramente muchas oportunidades, pero que no son de ninguna manera necesarias. Si uno pudiera hacer una lista de lo que quisiera hacer y no hizo, esta se va agotando, en la medida en que se envejece. Hay cosas que uno definitivamente empieza a entender que no es necesario mantener en esa lista.

Lo segundo, a mi modo de ver, es entender que esa etapa final requiere un proyecto de vida. Uno no puede encontrarse de repente con que pasa de trabajar muchas horas al día a una condición en la que se dice: “Qué bueno, voy a poder dormir por fin hasta las nueve”. Y resulta que desde hace años le da más dificultad dormir hasta las nueve. O decir: “Me voy a dedicar a descansar porque es que este cansancio, este estrés, esta fatiga del trabajo diario, la presión del jefe, la angustia, el transporte, las malas noticias, todo lo que ocurre es desgastador. Me voy a dedicar, entonces, a descansar porque nunca he tenido oportunidad más allá de tener 15, 20 días o un mes de vacaciones”. Pues resulta que cuando el tiempo de inutilidad empieza a correr, se convierte en una angustia monstruosa, es decir, al cabo de un mes uno no sabe qué hacer, y le faltan todavía años de descanso. Entonces no puede pensarse que esa vida del adulto mayor vaya a estar dedicada al ocio contemplativo y menos al ocio creador, como diría algún autor. No, es una etapa que el ocio no puede de ninguna manera llenarla.

Otros afirman: “Voy a aprovechar para dedicarme a lo que siempre quise hacer: leer”, y resulta que la gran mayoría de los que se jubilan no han leído nunca, entonces da mucha dificultad empezar a leer a esa edad porque no se sabe ni siquiera qué leer. La verdad es que en el país, si uno toma la estadística más ácida de todas, se lee alrededor de un libro y medio al año, de los cuales la mitad son textos, o sea los que leen en las escuelas. Quiere decir que un colombiano medio se lee un libro en dos años. Cuando lo termina, no sabe ni de qué se trata. Entonces el que dice “voy a dedicarme a leer” asume una postura un poco humanística sin tener ninguna experiencia en eso. Rápidamente devuelve el primer libro y termina hasta sin leer el periódico. Lo mismo sucede con el que afirma: “Voy a dedicarme a la música”, “voy a dedicarme a no sé qué placeres intelectuales”.

Pienso que un proyecto de vida, sobre qué hacer con los años que me quedan, tiene que ser una pregunta que debemos ser capaces de respondernos, y muy difícilmente lo hacemos. Muchos de mis amigos y de mis colegas se tropezaron de un día al otro con la notificación de que se jubilaban y empezaron a ver el drama de “qué hacemos”. Los que somos parte de un hogar y tenemos esposa como yo -las esposas son maravillosas, por eso vivimos con ellas tantos años y son las madres de nuestros hijos y merecen todo nuestro respeto y gratitud- empezamos a estorbar en la casa, y nuestras señoras a decir: “Uno todo el día con el santísimo expuesto”. Esa relación se va volviendo catastrófica y el hombre se neurotiza y empieza a comentar: “Pero quién sacude en esta casa, qué polvero”. Entonces se convierte en un problema estar en el hogar, porque las exigencias perturban la paz familiar. Parte de lo que las empresas y la sociedad tienen que hacer con los que envejecemos es notificarnos de que esa etapa que viene es la última, sí, pero que puede ser maravillosa. Esa es una de las cosas que uno tiene que entender, pero que no es fácil.

Sé que en las empresas hacen esfuerzos por notificarles a los miembros que allá se va a llegar, y que eso no es un castigo divino, es un privilegio si se interpreta como tal. Hay que romper con la idea de que el adulto mayor es como un mueble viejo que no sirve para nada, porque él termina por creérselo.

Una cosa muy importante en la vida es entender que cuando se cambia de actividad, cambian automáticamente muchas relaciones. Muchas de las que se tienen son con compañeros y cuando se deja de ir a esa organización, pues se deja de verlos. Entonces empieza uno a sentirse que lo abandonaron, que no lo quieren, que “yo ya no soy nadie”. Así, empiezan a aparecer sensaciones que no son ciertas. Simplemente cambian el entorno y la proximidad, y eso hay que entenderlo. Yo aprendí desde muy chico una idea que mi padre nos inculcó, que decía más o menos lo siguiente: “Bástale al hombre para su subsistencia una sana medianía”, es decir, que la vida se puede vivir de una manera distinta, más austera, y esa limitación implica también la proximidad social. Igualmente, hay otra cosa muy clara en el trabajo, sobre todo cuando llega uno a posiciones directivas, que se plasma en una frase sabia: “No eres más porque te alaben, ni menos porque te vituperen”. Cuando uno tiene, digamos, las riendas, los ‘amigos’ sobran, y resulta que eso no es cierto. La mayoría son amigos del poder o de las relaciones que puedan tenerse. Los de verdad, que llegan al corazón, son muy pocos. De manera que tampoco puede engañarse, como el vallenato que decía tener 200 amigos íntimos. Las relaciones de verdad son muy pocas, son amigos que nacen en la infancia o en la juventud o son también la familia. Por lo tanto, hay que entender que cambia el ámbito en el que uno se mueve. Lamentablemente, mucha gente se notifica del cambio de vida en el mismo momento que termina su trabajo profesional.

Me tocó ser inútil funcional
El caso particular mío es muy extraño y no creo que sea útil como modelo de vida de adulto mayor. Estudié ingeniería en la Escuela de Minas, pero quería irme a estudiar economía, historia o ciencias humanas en alguna forma, y no lo pude hacer porque soy el mayor de una familia de 14. Mi padre no tenía medios para mandarme a estudiar fuera, yo lo sabía perfectamente y el Icetex no me prestó porque yo no cumplía los requisitos de patrimonio familiar. Y nunca merecí una beca porque no fui un estudiante que mereciera becas, es la verdad. Total, no me pude ir a estudiar, pero tenía los crespos hechos, como se dice. Había pasado el examen de francés en la Alianza, había sido admitido en una escuela en París, sabía cantar La Marsellesa… bueno, estaba listo y preparado espiritual y físicamente para irme, y de pronto me di cuenta de que no podía hacerlo porque no tenía con qué. Tuve oportunidad de comprobar en ocho años que viví en París que muchos de mis compañeros colombianos de allá son estrato dos o tres con hogares que no podían sostenerlos sin beca –porque no las tienen– y sin crédito porque tampoco se los otorgan, y allá están haciendo doctorados en cuantas disciplinas se imaginen.

Yo hice un doctorado en cuatro años y ellos se gastan generalmente seis. A mí me faltó una cosa que me da mucha pena confesarla: imaginación. También se podía ir a estudiar al exterior sin papá, sin beca y sin crédito, a hacer lo que han hecho toda la vida los estudiantes. Entonces me dije: “No se pudo, vamos a posponer esto, pero algún día, ojalá”. Nunca abandoné ese proyecto. Repito, es un caso muy particular. Lo que quiero decir con todo esto es que lo que hice fue tratar de volver ese sueño realidad. Hay una frase importante: “El hombre no se frustra porque no se realizan los sueños, sino porque no sabe soñar”. O sea, un gran error es abrazar un sueño irrealizable, utópico, porque no se cumple y por consiguiente uno se frustra. Pero si el sueño es un sueño aterrizado…

Tengo la fortuna de tener una compañera, mi señora, la misma desde hace 43 años, que comparte la debilidad y la afición que puedo sentir por estudiar y aprender. Esa es una posición frente a la vida no muy frecuente. Ella la comparte y si no fuera así, entonces no podría empezar una aventura de estas. Mis hijos ya se habían criado, ya se habían educado, de manera que yo también podía hacer eso. Lo que hice fue, en esencia, tratar de poner en práctica ese sueño y aprender. Una de las cosas más importantes que comprendí con esa experiencia es, y la puedo afirmar como tal, que nunca en el ser humano se agotan su deseo, su posibilidad y su capacidad de aprender.

En el caso mío encontré un cambio de 180 grados en mi vida. Pasé, repito, de trabajar en una compañía como Suramericana, por muchos años, a sentarme en un pupitre que estaba a 38 años de distancia de mi vida. Es decir, yo hacía 38 años que me había levantado del último pupitre de la Universidad Nacional en la Escuela de Minas. Llegar allá fue un choque muy fuerte porque lo primero que se me ocurrió pensar fue que podía ser el tío de cualquiera de los muchachitos que estaban allí. Además, trabajar en una disciplina desconocida para mí, en un idioma ajeno. El esfuerzo y el engranaje fueron muy difíciles. También aprendí a vivir una vida muy simple. Allá no se merca al estilo del carro lleno sino que uno va cada día por un huevo... porque no hay dónde almacenar mucho mercado. Allá uno mismo cocina y lava la ropa. Uno tiene que hacer todo. Me tocó dejar de ser un inútil funcional.

A propósito, cuando trabajaba en Suramericana tuve un conductor a quien quise mucho, trabajó 20 años conmigo. En las proximidades a la jubilación, un día íbamos él y yo solos y me dijo: “Hombre, yo estoy muy preocupado con su ida de Suramericana”. Yo le respondí: “Bueno, no se preocupe, yo no sé quién me va a reemplazar, pero tenga la certeza de que quien venga, si no se pone de acuerdo con usted, a usted no lo van a despedir después de 20 años, olvídese, usted se jubila aquí, en alguna otra cosa, con seguridad; esa certeza se la doy yo aunque no esté en mis manos”. Y me contestó: “No, no, yo no estoy preocupado por eso, estoy preocupado por usted”. Le dije: “Pero por qué, yo estoy muy contento”. Y me respondió: “Sí, pero es que usted es un inútil infinito, usted no sabe hacer nada”. Él tenía razón.

Parte de lo que me tocó hacer a mí fue comprobar mis limitaciones. Soy minusválido, digamos, en motricidad fina. Cuando mis hijos estaban pequeños y había un problema doméstico en la casa, y yo suponía que era capaz de arreglarlo, salían corriendo a decirle a la mamá: “Corra que ahí va mi papá con un alicate”. Les confieso una cosa: mientras estuve en Suramericana no sabía hacer cola. Cuando se llega a París, se encuentra con una costumbre y con una cultura que es la fila. Por cualquier calle se puede armar de pronto una cola y muchos entran en ella sin saber para dónde va. En todo, uno tiene que valerse por sí mismo, y si no lo hace, simplemente desaparece porque no hay quien lo haga por usted. Si no barre, el polvo lo saca: si no lava la ropa, el mugre lo despacha; si no va a comprar el huevo, no hay huevo; si no va a hacer la cola por la chequera, no hay nada. Finalmente, uno aprende a valerse por sí mismo, ese aprendizaje fue muy importante en mi caso. Además, uno empieza a preguntarse: ¿para qué todo esto que acumulo en la vida que son inutilidades? Uno empieza a acumular cosas y cosas que son innecesarias. Allá se aprende a vivir con mucho menos, más ligero de equipaje, como decía Borges. A tener estrictamente lo necesario. Eso le hace la vida más simple.

Hay algo fascinante y es el aprendizaje, que es insaciable. La vida de una persona cuando envejece es distinta de la que tiene cuando está activa profesional o laboralmente, pero de ninguna manera es el fin de la existencia. Lo que hay que entender es que el aproximarse con una visión constructiva y positiva a esa última etapa del adulto mayor es sin lugar a duda un problema de educación, de formación, de percepción de la vida, en el cual le tiene que ayudar la sociedad. Las empresas deben prepararlo para eso. Las entidades idóneas deben aconsejarlo para hacer su ahorro pensional, para que tenga la previsión y la precaución.

El Estado debe jugar un papel que amortigüe las condiciones de estas personas, para que además el hombre, desde el punto de vista de la sociedad, se prepare para vivir más tiempo, para costarle más a la sociedad. Medellín tiene el doble de personas adultas mayores frente a menores de 15 años. O sea, nosotros tenemos uno de esos raros privilegios de ser una sociedad más vieja que el resto de la colombiana. Lo que queda claro es que hay que hacer tareas, y que hay que asumir con madurez la vida y entender que la última etapa, que llega después del retiro, puede llegar a ser muy rica humana, afectiva, espiritual y físicamente, incluso.

El único mensaje central que quiero dejar es que cada uno tiene que estar preparado para afrontar una realidad que es fantástica en la medida en que se la asuma. Cada cual con su proyecto, de una manera creativa, positiva; que también permita fortalecer el espíritu, el amor, el afecto, el cariño, acercarse a las gentes que le son próximas, a su familia, a sus amigos y vivir además también sintiéndose útil. Cuando uno ya en la edad madura se cuestiona: “¿Y yo qué hago aquí?”. Y se responde: “Nada”. Esas respuestas son muy duras, y todos tenemos que saber que podemos ser útiles y que hay muchas maneras de serlo. La sociedad nuestra está llena de necesidades. Hay muchísimas instituciones que colaboran para mejorar la vida de los demás: en la educación, la salud, la niñez, la nutrición, la tercera edad, la recuperación, los minusválidos, los limitados... y el voluntariado es una de las oportunidades que uno tiene de servirles a los demás.

Uno tiene que inventarse en qué forma puede colaborar, y no sentarse simplemente a esperar que pase el tiempo y que del más allá le digan: “Llegó la hora y se acabó el carbón”. No, uno tiene que entender que allá vamos a llegar, que lo van a llamar a lista, pero mientras tanto ser útil para la sociedad y sentirse útil para sí mismo.

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Saturday, July 05, 2008

¿Por qué siembro Mangostinos?


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“La Agricultura es la profesión propia del sabio; la más adecuada al sencillo y la ocupación más digna para todo hombre libre”
Cicerón

José Luis Jaramillo era un hombre raro. Serio y adusto, toleraba con sumo agrado las “enguandas” de Marina; vivía de la agricultura y le apasionaba la ganadería, pero nos decía: “El campo enfeece, empobrece, ennegrece y embrutece”; recto en sus negocios hasta el extremo, se daba el lujo de hacer pequeñas trampas como la de vender el ganado del Dobaibe “a ojo”, pero pesándolo previamente de manera furtiva en la báscula del Ocaso, no con el ánimo de engañar al comprador, sino con la esperanza de que le dijeran, ¡Que ojo el de don José Luis! Parecía impaciente pero…

Rubby González le hizo por allá en 1956 un regalo muy especial; un arbolito de una fruta misteriosa que se demoraba mucho en producir. Él, al que le parecía que el campo enfeecía, lo plantó en la arboleda que circunda la casa de San Pedro y esperó pacientemente solo quince años para ver la primera pepa: Era el mangostino.

Al principio le decíamos mangostán, pero poco a poco se impuso el nombre que hoy utilizamos. Creo que en algo tuvo que ver una frutica que venden en Cáqueza que se llama mangostán y que tiene un sabor que en nada se puede comparar con nuestro mangostino.

Hoy sabemos que la Garcinia Mangostana es una fruta de la familia Clusiaceae que tiene muchos nombres comunes. Además del de mangostino, manggis, mangostán, mangoustanier, mangostao[1]
“Se dice que es la fruta tropical más exquisita. La textura de su pulpa es melosa, suave, delicada y de un sabor azucarado. Los cascos son sueltos, blancos y muy sabrosos. Además el mangostán se destaca por su contenido en vitaminas del grupo B y en minerales, como el calcio, hierro y fósforo.”[2]

Muchos años intentamos en vano reproducirlos. Cuando se lograba que una semillita reventara, el arbolito se moría en poco tiempo. Se intentaron injertos de todo tipo y nunca tuvimos suerte. Casi perdimos la esperanza.

Una vez supe que había un sembrado en Acacías Meta, de propiedad de un exgerente de Exxon Mobil en Colombia, quien lo había abandonado por causa de la violencia. Fui hasta “La Guarupaya” con Miguel Garay y encontramos lo increíble. Un hermoso sembrado de doscientos árboles de mangostino en plena producción. Y logré que Miguel se “comiera el anzuelo”.

Pero no sabíamos reproducirlo. Miguel como agrónomo curioso, también “encarretó” su familia, compramos unas pepas de “La Guarupaya” y ¡manos a la obra! El vivero comenzó a crecer y el mangostino se pudo reproducir. Al principio echó el cuento de que las frutas que cultivábamos venían del legendario árbol de don José Luis, para evitar suspicacias de la administradora de “La Guarupaya”. También se sembraron frutas del árbol de San Pedro. Cuando había cosecha, Eduardo nos las mandaba y así el cuento quedo cierto.

Las primeras pepas se sembraron en 2001 y los árboles que resultaron se plantaron en el extremo oriental de Quebrada Vieja en 2003. No sabemos todavía si tendremos que esperar los mismos quince años que mi papá esperó para que los árboles fructifiquen. De todas maneras tendremos la misma paciencia, aunque hemos hecho lo posible para que el tiempo sea más corto. Nos encontramos un agrónomo loco, llamado Édgar Libreros que habla más que un perdido cuando aparece y le creímos. Nos enseñó a injertar los árboles jóvenes con yemas de árboles mayores productivos como el árbol de don José Luis. Las plantas se atrasaron, creímos que se morirían, pero los injertos comenzaron a prender. Sin embargo, como muchos de ellos eran más vigorosos que las ramas del árbol en que estaban pegados, se comenzaron a quebrar.¡El caos total! Encima de todo, hay árboles que se mueren súbitamente. Hoy están bien y mañana comienzan a marchitarse. No sabemos el origen de la enfermedad.


Dos años después de los injertos, un árbol echó treinta y dos flores y cuajaron catorce frutos. Antonia nuestra nieta personifica la esperanza de que nuestra paciencia tendrá que ser menor que la de mi papá. Posiblemente los árboles fructifiquen; es probable que la plantación no se adapte al clima de los Llanos Orientales; existe el riesgo de que nos pase lo mismo que al gerente de la Exxon Mobil. Pero lo que no dijo Cicerón es que sembrar, como educar, es esperar con fe, que si no se siembra nunca se producirá, ni supo que seguramente Antonia se va a acordar de su abuelo y tal vez va pensar en la paciencia de su bisabuelo cuando se esté comiendo un delicioso mangostino a la sombra de un añoso árbol allá en el extremo oriente de Quebrada Vieja.




[1] Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza CATIE, Costa Rica
[2] Ibídem

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Tuesday, June 21, 2005

Cuando trabaje para una empresa...

Amigo colaborador:

Quiero señalarle cuatro puntos que considero básicos para usted y para la empresa, cuatro fundamentos esenciales para su progreso al interior de la misma:

1. No se limite nunca a ser eficiente en su cargo. Busque siempre la manera de mejorarlo y de mejorar a las personas que trabajan con usted. La empresa engancha personas con capacidad de trabajo y disciplina mental desarrolladas a través de una formación, de unos estudios o de una experiencia, condiciones importantes para permitir, no solamente un buen rendimiento en las labores cotidianas, sino además un progreso permanente en los distintos frentes de acción, progreso que requiere inteligencia, voluntad e imaginación.

2. En cualquier posición que ocupe, actué y trabaje por crear y transmitir una imagen adecuada de la empresa. Usted la representará mientras esté con nosotros. A través suyo muchas personas, directa o indirectamente, en muchos momentos de su trayectoria, estarán formándose una opinión de la institución. Esta, en últimas, no es otra cosa que aquello que sus gentes hacen de ella.

3. En todo momento de su trabajo actué buscando el mayor provecho económico para la empresa. La creación de riqueza es un objetivo básico de la economía libre para el mejoramiento colectivo e individual. La suma de los aportes personales constituye el aporte que hacemos a ese mejoramiento. La realización económica es, no solamente un objetivo de la institución, sino además un deber de la misma como eslabón importante en nuestra sociedad. Cualquier cargo permite, en forma directa o indirecta, incrementar los ingresos o reducir los egresos, contribuyendo así a un proyecto económico que no nace únicamente en los sectores más directamente en contacto con la producción de utilidades.

4. Sobre todo, sea siempre leal y honesto en el más amplio sentido de estas palabras. Séalo con la empresa, con sus compañeros de trabajo y con sus subordinados y séalo con usted mismo. Nadie ni nada podrán mejorar lo que usted quiera ser.

Cordialmente

El empresario
(adaptación de la carta que el presidente del Banco de Bogotá, Jorge Mejía Salazar, dirigía a sus nuevos empleados por el año de 1.969)

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