La derrota y los deberes que exige 220624
Por Luis Fernando Jaramillo Arias
19 de junio, 5y30 de la tarde. La registraduría confirma 11.281.013
votos por Gustavo Petro y Francia Márquez, y 10.580.412 votos por Rodolfo
Hernández y Marelén Castillo. 51,6% para la primera pareja, 48,4% para la
oponente en la segunda vuelta presidencial, tres puntos porcentuales. Cifras
redondas, 11 millones para los unos, 10 y ½ para los otros, con una distancia
de 700 mil en un universo de votos válidos de casi 22 millones. La diferencia fue
pequeña, pero la balanza se inclinó por la orilla izquierda de la política.
Los partidarios de la fracción perdedora hemos analizado los
antecedentes, el carácter del hoy presidente electo, sus ejecutorias en la
alcaldía de Bogotá, sus contradicciones y mentiras corregidas en campaña, sus
posiciones en el “todo vale”, su discurso de triunfo desconociendo la
separación de poderes, muchos elementos que nos inducen a mirar con
preocupación el porvenir. Pero hay otros puntos: Desde que está dentro de la
institucionalidad se ha sometido a las normas, ha transitado un muy exitoso
camino de oposición en el senado, ha persistido durante 30 años en su empreño
de buscar el poder por la vía democrática e interpretó el descontento de muchos
colombianos que quieren un cambio que él ofreció sin más contenido que cabalgar
sobre el resentimiento y las frustraciones de esa fracción del país.
Los resultados son inciertos relievados por el espejo de los
venezolanos que por propiciar un cambio en la política votaron por un sistema
que los llevó a cambiar de país y a protagonizar la mayor migración masiva que
ha vivido el continente americano.
Así están las cosas pero nuestra convicción democrática nos
exige reconocer el mandato de las urnas, aceptar nuestra derrota y el triunfo
de Petro y su movimiento. Pero una derrota democrática porque ese es el tablero
de juego.
Algunos estamos vigilantes y creemos que Colombia es un país
de Instituciones que no se van a desbaratar de un día para otro. Para otros, los
primeros aires después de las elecciones atenúan las predicciones apocalípticas;
para otros es solo el reacomodamiento de los políticos que saben que pueden
negociar con el ganador porque solo piensan en ellos y no les importa el país; otros
temen lo peor.
Se puede llorar pero lo que no se puede es dejar de actuar
para construir futuro. El ingeniero Hernández recogió el sentimiento de la
mitad de nuestro pueblo con una propuesta también de cambio que consistía en
enmendar los errores que nos han conducido al camino de la corrupción.
Nos queda el deber de salvaguardar las libertades, la
democracia y la integridad de la patria. Eso es lo que hemos hecho toda la vida
y vamos a continuar haciéndolo.