Saturday, March 07, 2020

En el día de la mujer 200308


Por Luis Fernando Jaramillo Arias

Para empezar quiero decir que soy un fanático de las mujeres. Me inspiran, las admiro, siento que son las grandes maestras de principios humanos y las veo como la maravilla de la creación. Pero también quiero confesar que muchos de los movimientos feministas que ahora están tan de moda, en lugar de enaltecerlas las discriminan y por el sentimiento de buscar su independencia, desconocen las grandes ventajas que corresponden a su naturaleza. La primera de ellas, la más sublime, tener la capacidad de ser mamás.

Muchas tienen vocación de desarrollarse profesionalmente o en oficios que les dan dignidad como personas. Otras preferirían tener la posibilidad de dedicarse a sus hijos pero se resignan a trabajar en actividades fuera de casa para apoyar la manutención del hogar. Cada una tiene su derecho de escoger lo mejor o convenir con su pareja quién se hace cargo o cómo comparten las labores que denominamos domésticas.

Durante todo mi tiempo como gerente de empresa, hice convocatorias en las que cupieron hombres y mujeres y cuando nos definimos por contratar una mujer fue siempre porque era la más competente. Nunca por llenar cuotas ni por tenerlas como una muestra de nuestra consideración por ellas. En el campo, que ha sido mi actividad principal durante muchos años, tenemos hoy un 19% de mujeres, menos que en los sectores de comercio, industria y servicios comunales, pero siguen empujando y duro.

En agricultura hemos venido aumentando el número de mujeres en actividades de supervisión y son muy buenas. También las vemos desempeñando oficios básicos, codo a codo con los hombres, muchas veces superándolos. Esas mujeres son nobles, aguerridas, luchadoras y muchas de ellas, madres.

Me inquieta que no nos hemos ocupado de darle un valor económico a su trabajo de casa. El país las necesita en su labor de mamás, pero ellas han ingresado a participar en el aporte a las necesidades económicas de las familias sin dejar de hacerse responsables de muchas labores domésticas y de casi la mayoría de las exigencias de atención de parte de sus hijos.

La verdadera liberación de la mujer estaría en que pudiéramos valorar económicamente su trabajo para que las que así lo decidieran, se pudieran dedicar a la crianza de buenos ciudadanos y ciudadanas. En el día de la mujer, el 8 de marzo, alzo mi voz para que pensemos cómo se podría lograr una valoración económica para las personas que se dediquen al trabajo doméstico y de crianza de nuestra niñez. Pongo ese punto sobre la mesa de la discusión.

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