Menonitas ¿Convenientes para el país o no?
Por Luis Fernando Jaramillo Arias
Un largo trecho por la rizada vía a Rubiales, el campo petrolero gran productor para el país, con un desvío hacia la población de La Cristalina, un giro a la izquierda por una carretera de penetración de la que arrancamos una polvareda densa, digna del verano llanero. Una puerta de hierro custodiada por un celador uniformado. Habíamos mandado la matrícula errada de uno de los carros en que nos movilizábamos. Pidieron número de cédulas y creí que no nos iban a dejar entrar. Qué cantidad de misterio, pensé; sin embargo, el acceso fue muy fácil y la sonrisa del portero me hizo cambiar la perspectiva.
Franqueada la puerta, sorpresa tras sorpresa. Una carretera anchísima en extraordinarias condiciones, sin carpeta asfáltica pero mejor que si la tuviera. Como decía un gran amigo: “Si la pavimentan la dañan.”
Las casas en una disposición urbanística con espacios amplios, sin lujos pero con hermosos jardines sembrados con plantas adaptadas a la región. En casi todas se veía estacionada una camioneta pickup grande. Uno de mis compañeros murmuró: “Llegamos a otro país”. Cerca de cada casa, una bodega para maquinaria de grandes dimensiones. Nadie nos molestó, nadie nos preguntó, nadie nos miró de manera sospechosa.
Después de caminar muchos kilómetros viendo campos listos para la siembra y en labranza de preparación, instalaciones de secado y almacenamiento de granos, agromaquinaria inmensa y en todos los casos familias haciendo las tareas.
Nuestros guías nos condujeron a una bodega en la que se encontraban David Klassen, sus dos hijos y un nieto. David, un hombre corpulento de cara amable, nos dio la bienvenida y nos sentamos en corro. Nos contó cómo habían escogido la zona diciendo, “Nadie peleaba estas tierras antes de nuestra llegada en 2014. Son sabanas extensas, nosotros sabemos que las podemos mejorar y conseguir buenas producciones trabajando con intensidad y constancia.” “Vinimos para el largo plazo, para criar nuestras familias, para ser colombianos y para trabajar la tierra, no para valorizarla” “Nos queremos quedar a pesar de tantas dificultades, tantas calumnias, tanta presión porque somos extranjeros.
Como nuestros antepasados que encontraron sitios para trabajar en Europa en Norteamérica, nosotros los estamos encontrando ahora en Sur América. Nuestra comunidad se originó entre Alemania y Suiza, creemos que la Biblia es la palabra de Dios, practicamos un culto colectivo, nos ayudamos entre todos, compartimos las responsabilidades y somos pacifistas” David hizo una larga pausa, nos miró y remató diciendo… “No toda la humedad que ustedes vean en esta finca proviene de la lluvia; hemos derramado muchas lágrimas”.
Nos invitó a su casa para ofrecernos un queso delicioso preparado por su esposa, acompañado de un dulce muy especial. Las mujeres se dedican a los oficios domésticos y al sublime papel de ser mamás. Tienen comodidades y vehículos para su uso personal y salen a las poblaciones y ciudades con total independencia. Cuando son mayores o solteras, asumen otros roles.
Hasta aquí yo pensaba que los Menonitas eran un colectivo en todo el sentido de la palabra. Me corrigió: “Nuestros principales intereses son la familia, la agricultura y el trabajo personal. Trabajamos en forma independiente, con plena libertad y responsabilidad económica y aunque como le dije nos ayudamos, cada familia es propietaria de su predio y vive del resultado de su trabajo. Tenemos algunos compromisos colectivos como cualquier sociedad y cumplimos con rigor.
Por ejemplo, para hacer las vías que ustedes han transitado, los líderes de la organización establecen una contribución por hectárea. El mismo método utilizamos para la construcción de infraestructura eléctrica y otros servicios colectivos.”
Dos hijas de David son profesoras en la escuela. Los niños se capacitan en aulas entre los 7 y los 12 años. De allí en adelante el aprendizaje es por experiencia y en el trabajo. Le pregunté; ¿Y si alguno quiere ir a la universidad? “Como nuestra misión es ser felices, cada quien decide su futuro y puede escoger si le gusta nuestra forma de vida o si migra para tomar un camino diferente y le cuento que muy pocos ven en esa una buena opción.
Todos salen con un dominio total de tres idiomas: Español, Inglés y Alemán” Nos miró con cierta picardía y preguntó: “¿Quieren conocer la escuela?” Claro, dijimos y enseguida abordamos los carros para ir hasta el sitio donde está construida espaciosa, austera y muy limpia. En cada puerta de salón la lista de los nombres de los niños y un perchero para colgar los sombreros de los varones y las pavas de las niñas. Nos invitó a entrar al aula; todos se pusieron de pie y nos dieron la bienvenida en coro, las niñas con sus faldas largas y los niños con sus pantalones vaqueros y camisetas de manga corta. En la escuela se leen afiches que cimientan valores, como respetar siempre, seguir indicaciones, o tener en orden sus pertenencias. La educación está pensada para mantener la base de la estructura colectiva con una cultura poderosa.
Nuestros guías nos insinuaron el almuerzo en el restaurante. En el trayecto pasamos por uno de los varios hoteles que tienen para recibir visitantes. Cualquier persona puede reservar y le atienden con hospitalidad. Nos ofrecieron un generoso plato del día que no tiene nada que ver con un “corrientazo” de los que consumimos en la ciudad. Carne en abundancia, ensalada, dos porciones de carbohidrato, jugo y postre. También hay platos a la carta con sabores mexicanos.
La jornada terminó saliendo de la finca Liviney, ya muy cerca de Carimagua y del límite entre el Meta y el Vichada. Vimos las carreteras en construcción y los trabajos de infraestructura que costean con los recursos colectivos. Sentimos que este grupo de personas ha hecho más por el desarrollo de esta región que el Estado colombiano.
Un reciente estudio de FEDESARROLLO1 enuncia que para desarrollar la Orinoquia colombiana se necesitan seguridad jurídica sobre la propiedad de la tierra, infraestructura, insumos de producción, acceso a financiamiento, capital humano y mercado laboral, y productividad y encadenamientos. Con estas herramientas, un propósito político firme, y eliminando las barreras que se nos han enquistado, una xenofobia sin sentido y un sentimiento de rechazo a las compras de áreas en la altillanura del país podremos desarrollar ese pedazo de patria.
Necesitamos gente como los Menonitas y como algunos otros inversionistas dispuestos a arriesgar, a vivir en el campo, a invertir en el país. Ellos han logrado hacer lo que el resto de Colombia, sentada en ese tesoro, no ha sido capaz de hacer. Tal vez así podremos revertir la tendencia que hoy nos pesa y que parece que el Estado no ve, que la ruralidad se nos está desocupando y que si ahuyentamos la gente bien intencionada que avanza contra todo pronóstico, jamás llegaremos a tener un campo desarrollado, bienestar para todos, y perderemos la gran oportunidad de redimir la agricultura colombiana.
1 Informe elaborado por Rafael Puyana, Helena García, Luis Fernando Mejía, Indira Porto, Manuela Bernal y Camila Zambrano, publicado en diciembre de 2024