Tierra en la mitología colombiana 220416
Por Luis Fernando Jaramillo Arias
Una de las canciones del poeta antioqueño
León Zafir, “Tierra Labrantía” habla de lo que en los siglos anteriores al que
vivimos era la pauta del desarrollo rural: “Abierta a golpes de la mano mía,
tengo en la plenitud de la montaña, una faja de tierra labrantía y levantada al
fondo mi cabaña”. Las tierras cubiertas por la selva se desmontaban y allí se
asentaban las explotaciones rurales.
Alrededor de ese esfuerzo se
tejieron leyendas, se erigieron héroes, se fundaron ciudades, se crearon mitos.
La tierra ha sido una inversión, un sitio de trabajo, un símbolo de poder, una
fuente de conflictos, objeto de sueños de reforma por parte de ideólogos de
varios pelambres pero, por fuera de mitos, a partir de la tierra se comenzó a
construir la economía del país aunque no se ha logrado conseguir un verdadero
desarrollo rural debido a que ha podido más esa mitología construida en
escritorios que la razón que se adquiere con la espalda al sol y al agua.
La estructura actual de la
propiedad colombiana es elocuente. Las comunidades negras, raizales y los
resguardos indígenas son titulares de más de 34 millones de hectáreas que
representan el 30% del total de tierras del país lo cual demuestra que el reto
de la seguridad alimentaria no se resuelve colectivizando ni atacando el mito
de la deuda ancestral. Colombia necesita producir con eficiencia, con
competitividad con mentalidad regenerativa y sostenibilidad económica, social y
ambiental.
Una publicación especializada presentó
un cuadro sobre los resultados de la empresa Aliar-La Fazenda para el año 2021.
Esta empresa, concebida por el empresario Jaime Liévano hace apenas 20 años,
produjo en 2021 más de 148 mil toneladas entre maíz y fríjol soya en unas
tierras que cuando las adquirió no eran otra cosa que extensas sabanas que
cargaban una res por cada 10 hectáreas. Hoy día, gracias a Liévano y a otros
empresarios visionarios que han desarrollado paquetes técnicos adaptados a la
región, la altillanura colombiana es una de las áreas con mayor potencial para
garantizar la seguridad alimentaria del país. El desarrollo de la altillanura
se ha visto retrasado por muchos de los obstáculos que vivimos en Colombia. La
guerrilla, otros grupos violentos organizados, la hostilidad indígena, la
agresión de congresistas como Jorge Robledo, la incompetencia de muchos
funcionarios oficiales y hasta la falta de voluntad política de nuestros
gobernantes que por no ser capaces de enfrentar los paradigmas postizos que ha
acuñado la mitología sobre las tierras, han dilatado la solución a los
problemas que han hecho que varios empresarios dispuestos a invertir en lo que
pudiera ser hoy la despensa del mundo, hayan cancelado su interés. Nuestro Estado con su mentalidad santanderista a cada solución le busca un problema.
En referencia a la tierra no tenemos que inventar la rueda.
Ya se sabe que partirla como un queso como lo hizo la reforma agraria de Lleras
Restrepo, solo perpetúa la pobreza; ya se sabe que la tierra debe ser productiva
y no se deben tolerar los lotes de engorde; ya se sabe que son los empresarios
los que organizan las empresas que generan empleo, que producen comida y que pagan
los impuestos que sirven para atender las necesidades de la sociedad.
El estado está para proteger a los que hacen bien las cosas
y para dejar hacer, no para entorpecer.